La comida tiene un papel central en nuestras vidas: no solo porque aporta las calorías, proteínas y nutrientes que nuestro cuerpo necesita, sino porque que además está asociada a cada aspecto de la vida cotidiana.
Alimentarse es comer, pero es además nutrirse, es sentarse en familia a compartir un momento, cocinar juntos, elegir qué alimentos comprar y cómo cocinarlos. La comida es parte de nuestra cultura, de nuestra familia y de nuestra historia; cuidarla es un valor fundamental y nuestra responsabilidad.
Comer es imprescindible para la supervivencia, pero en este hábito básico entran en juego los cinco valores que lo transforman en una sana y provechosa costumbre:
Reducir el despilfarro de alimentos es un compromiso que todos podemos asumir como sociedad colaborando también con el cuidado del ambiente.
Utilizar el alimento, tal como hacían nuestras abuelas, es parte de valorar momentos de nuestra vida cotidiana.
Fomentar aquellos alimentos con mayor valor nutricional y una dieta que incluya los diferentes grupos ayuda a estar más saludables.
Al reutilizar el alimento se genera menor desperdicio porque en vez de ir a la basura se pueden consumir nuevos platos. De esta forma se ahorra el dinero que se invertiría en comprar más comida.
Cuidar los alimentos es también un compromiso social. Hoy en día se destinan cerca de 1.400 millones de hectáreas para producir alimentos que no van a ser consumidos. El cambio individual lleva a un cambio colectivo, beneficioso para todos.