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Les enviamos información del sitio Area del Vino sobre el mundo del vino. No hace mucho, la vendimia, uno de los momentos clave para la obtención de un vino de calidad, se realizaba de forma "improvisada", se iniciaba sin ningún tipo de criterio salvo el de alguna festividad local o alguna fecha de tradición familiar.
Después la uva, que se aprovechaba toda, se recogía en recipientes de madera, en grandes cantidades, y al llegar a la bodega entraba directamente en las barricas donde se iniciaba la fermentación con todo lo que entraba en la cuba.
La fermentación tenía lugar en tinajas, tinos o barricas de madera vieja con multitud de usos, donde el mosto fermentaba con restos vegetales como el raspón o incluso restos de hojas.
Una vez finalizada la transformación del mosto, el vino final se conservaba en recipientes de diversas capacidades, formas y materiales, en lugares donde humedad, suciedad, polvo y telarañas formaban parte de la decoración habitual.
Desde los conos de madera de Jérez o Cataluña, hasta los grandes tinos subterráneos de roble de Castilla, pasando por las tinajas de barro cocido de La Mancha y posteriormente las cubas de cemento, era habitual encontrarse bodegas poco cuidadas.
En cuanto a la crianza, el criterio seguido para determinar el tiempo de permanencia del vino en guarda (que en la mayor parte de los casos era poco o ninguno, ya que casi todo el vino se consumía en el propio año) era indirectamente proporcional a las ventas que realizaba la bodega, motivo por el cual el vino joven, que en muchos casos se vendían en los propios recipientes de conservación, se criaba, si así era el caso, en la bodega, taberna o lugar de conservación del comprador.
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