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Otro gran paso se acaba de dar en la agricultura sustentable chilena. Las tunas con piel comestible esperan convertirse en la nueva innovación, capaz de solucionar un problema que siempre se presenta al tratar de poner las manos encima de esta fruta: los pinchazos producto de su cáscara.
Este proyecto fue desarrollado por la Universidad de Santiago de Chile, USACH, y la Fundación para la Innovación Agraria, FIA, quienes buscaron una tecnología que reemplazara la piel de la tuna por un recubrimiento que permita las funciones fisiológicas, microbiológicas y organolépticas del fruto fresco, y con ello poder probar rápidamente su dulce y esponjoso sabor.
La tuna es una fruta emblemática durante los veranos chilenos y sus espinas también traen otras dificultades, tales como su traslado y exportación.
“Está enfocada en probar alternativas de consumo y conservación de tuna pelada, aplicándole una película en base a quitosano. La idea era superar el supuesto problema que tiene la gente para no consumir tunas, y que evitaran pelarla, por el evidente riesgo de pincharse con las espinas”, sostiene Alfonso Yévenez, ejecutivo FIA a cargo del proyecto.
“Esta tarea es en sí una molestia para muchos consumidores que, debido a ello, optan por otras especies pero, lo más significativo, es el riesgo de ser víctimas de dolorosos pinchazos al estar removiendo la cáscara, producto de espinas remanentes que han pasado desapercibidas en la operación de desespinado a que se someten las tunas antes de llevarlas al mercado”, agrega Laura Almendares, académica que lideró este proyecto desde la USACH, quien además es titular del Departamento de Ciencia y Tecnología de los alimentos e integrante del Consejo académico de la misma universidad, representando a los profesores titulares.
Los investigadores se asociaron con agricultores tuneros de la zona de Til Til, en la Región Metropolitana de Chile, lugar donde se produce esta fruta. “En su mayoría son pequeños productores de tunas y aceitunas. A ello se sumó el interés de la Subsecretaría de Agricultura en apoyar el desarrollo de uno de los cultivos tradicionales de esa área geográfica, aprovechando la baja necesidad de agua que requiere y su potencial de uso de suelos de menor capacidad productiva”, explica Almendares.
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