Transcripción de las memorias escritas por el Sr. Haralt Morstetun, pionero en el siglo XIX. |
Introducción: El desarrollo de la industria lechera puede ser dividido en cinco períodos:
|
En la exposición de la Sociedad Rural Argentina en Palermo, en el año 1886 fue exhibida por primero vez en el país una desnatadora de leche que llevaba el nombre de su inventor el ingeniero sueco De Laval (1877). El invento era relativamente nuevo y si comparásemos aquella máquina entonces exhibida, la Alfa Laval, encontraríamos la misma diferencia que hay entre los primeros y actuales automóviles. El introductor de la desnatadora "De Laval" fue el señor Erik A. Adde, agente general de fabricantes de Suecia y fundador de la casa Goldkulll y Brostrom, actualmente S.A. "Alfa Laval". El señor Adde fue un gran animador, pues muy pronto advirtió el gran futuro que tendría en nuestro país la explotación lechera con sus millones de vacas y tierras aptas, y nunca perdía una ocasión de hablar de ella a los hacendados para interesarías. Gracias a su ayuda, fue posible, a muchos de primeros fabricantes instalar sus fábricas. Poniendo su propio interés en segundo lugar, aunque no le abundaba el capital, no vaciló en proveer a los principiantes con maquinaria a su valor de costo y pagar en largos plazos con el resultado de las explotaciones. Entre los que así fueron financiados en aquella época pueden mencionarse: "La Escandinava", Andrés G. Elowroson y Lahore S. Svenson y otros. El gran estanciero, a quien el señor Adde trataba de interesar en primer lugar por la industria, facilitada por el invento de la desnatadora de leche, no es el que puede enorgullecerse de haber sido el primero en proporcionar la base principal de la industria, o sea, la materia prima. Este honor corresponde al humilde lechero de la capital, a ese simpático vasco que con su caballo, con unos cuantos tarros con leche en las alforjas, venía a surtir a la ciudad con el preciado líquido. A estos hombres de hierro no les asustaba la distancia; se venían al trotecito desde 5 o 6 leguas. Para llegar a la capital en las primeras horas de la mañana, tenían que largarse de sus casa a la 1 o 2 de la madrugada, para luego volver al anochecer. Esto ocurría todos los días del año para ellos no había descanso ni días feriados. A estos robustos y alegres lecheros que una vez concluido su reparto de leche se reunían en las grandes fondas de Plaza Once y Constitución a cantar y beber y jugar a al pelota, debe la industria su primera y principal existencia. A centavos juntaban sus pequeños capitales destinados a ser luego invertidos en vacas. De distribuidores de la leche, se hicieron tamberos y pequeños hacendados, en el año 1889, cuando comenzamos con nuestras fábricas de manteca, fueron ellos los que las abastecían con leche. Estos primeros tamberos, casi sin excepción, habían sido lecheros de la capital y pueblos linderos. Ello era evidente por los nombres que llevaban desde el tiempo en que eran lecheros, nombres que s en general no eran muy delicados, eran tanto más expresivos y tenían algún origen o característica que interpretaban bien. Entre ellos pocas veces usaban su verdadero nombre, y aunque muchos fueron después grandes y ricos hacendados, seguían usando su viejo sobrenombre. El tambero antes de que pudiera vender su leche a las fábricas, se dedicaba por lo común a la fabricación de queso, queso del país como se llamaba, que era en general de poca calidad. También hacían algo de manteca, para lo que ponían la leche en grandes tachos de latón, en bardalesas o cualquier cosa que les venía a mano -limpieza era secundaria-, después la crema era extraída con grandes espumaderas y guardada durante varios días. La leche descremada la usaban luego para la elaboración de los quesos. Una vez que la crema estaba bien fermentada y agria consideraban llegado el momento de echarla en la mantequera. La manteca así obtenido era de una calidad desastrosa; la mayor parte era consumida por las confiterías para la elaboración de masas. La manteca de preferencia para la mesa en esos tiempos era la del lechero repartidor, que con su tarrito descremaba la leche que luego vendía. Un tarro de alforja era para la crema, que, batida a trote de caballo, se convertía en una especie de manteca cremosa y blanda, Para entregarla al cliente el repartidor metía su mano sucia dentro del tarro y sacaba la manteca chorreando suero, la ponía en un lienzo que golpeaba un poco, más para darle forma de rollo que para sacarle el suero, y luego secaba sus manos en la cola del caballo Todo listo!, el lechero y cliente contentos. A muchos les parecerá exagerada esta descripción, sin embargo lo he visto ciento de veces con mis propios ojos. Pero lo más extraño de todo, es que nos costó mucho desalojar esta manteca del mercado. Muchas personas la consideraban la única manteca pura; la manteca de fábrica no lo era porque no chorreaba leche o suero, como solían decir. |
Este período fue como ya se ha dicho el verdadero preliminar de la gran industria lechera. En los años 1890 y 1891 se instalaron las primeras fábricas a vapor para elaboración de manteca. La primera fábrica fue instalada en 1899 por el señor Francisco Serantes en su estancia "El Chalet" en estación Jeppener, F.C.S., en forma muy primitiva: tuvo poca vida y hubo de cerrarse al empezar a trabajar la de la Cía. "La Escandinavia" en la misma localidad. El señor Servantes edificó e instaló en su estancia de estación Pirán, F.C.S., otra fábrica que no funcionó, pues devío depender de leche de producción propia y fracasó por el poco interés del criollo y la peonada de estancia en el trabajo de ordeñar. Este factor fue en general, el que imposibilitó el establecimiento al estanciero dedicarse a la explotación lechera. Las primeras fábricas, que llamaremos comerciales, fueron instaladas en los años 1890 y 1891 y eran las siguientes:
Luego se fueron instalando otras fábricas como ser:
El fabricante de las grandes empresas actuales difícilmente puede darse una idea del trabajo y las dificultades que para nosotros hubo en los comienzos; la mayor dificultad que tuvimos que soportar y vencer fue la de acostumbrar al tambero a observar un poco de higiene o limpieza con la leche, problema que aun hoy subsiste. Luego, introducir la forma de pago de acuerdo al porcentaje de grasa contenido en la leche, y la dificultad de hacer buena manteca sin instalaciones frigoríficas o hielo; asimismo la de acostumbrar al público a la manteca de fábrica y los cientos de otros inconvenientes que siempre existen al implantar una nueva industria. Como socio de la fábrica "La Escandinavia' que creo puede decirse, desde un principio tornó la dirección del desarrollo de la industria, posición que conservó hasta que fue vendida en 1901 a "la Unión Argentina Ltda.", he intervenido directamente en todas sus diferentes etapas y al hacer la historia de "La Escandinavia" hago prácticamente la de todo la industria hasta 1901. También 'La Martona" fue un factor preponderante en la industria no como fábrica de manteca, sino como expendedora de leche en la Capital. A ella, o sea a su fundador y propietario don Vicente L. Casares corresponde el gran honor de haber dado a la población de Buenos Aires una leche pura e higiénica y, en tal sentido, tiene este caballero derecho al título de principal y gran pionero de la industria en la República Argentina. La primero instalación (1890) fue considerada provisional, puesto que en esa época ya teníamos la noción de que para conseguir mayor elaboración no se podía depender de la producción de un solo punto; debíamos instalar una fábrica central, surtido con crema de estaciones de desnate, ubicadas en zonas de leche. La primera fábrica en Jeppener fue así más o menos una estación de desnate o cremería como hoy se las llama, para luego instalar en un punto más conveniente la fábrica central. Agregarnos a la mencionada instalación una mantequera y amasadera, para luego por falta de capital, se puede decir antes de trabajar, hacer una instalación definitiva de mantequería. Nuestra fábrica y la de Gándara competían en cantidad de manteca, con una producción de 250 a 300 kilos diarios, pero al año íbamos a la cabeza con el aumento que nos proporcionó nuestra primera cremería llamado 'La Felicidad". Tengo que dedicar algunas líneas a esta cremería, desde que fue instalada y que funcionó en el país. La realización de este nuevo ideal pudo lograrse con algunas maquinarias que quedaron de la instalación de la fábrica de Jeppener y gracias al señor Adde que facilitó las que faltaban. Así nació la primera cremería a vapor de los tantos cientos que existían en el país. Estaba ubicada a 3 leguas al oeste de Jeppener en el campo del señor Olivares. Comenzó a trabajar con unos mil tarros de leche y llegó hasta los 4.000 diarios. Su nombre "La Felicidad" fue puesto en homenaje de una linda criolla que vivía en el lugar. Ahora respecto de los dificultades e inconvenientes con los cuales tuvimos que luchar, que fueron muchos, empezaré con la compra de leche. Como ya he mencionado, el tambero, en general, se dedicaba a la fabricación de queso , así el precio de éste era la base para la compra de la leche. Pero competir con el queso no era fácil; el queso era cómodamente absorbido por el mercado consumidor, y su valor era realmente alta, sostenido y difícil de igualar con la utilidad conseguido con la manteca. Así para la mejoría de precios no llevábamos ventaja, pero había otros factores que nos favorecían: el pago efectivo de la leche cada 15 días, muy principal desde que el queso recién se podía vender a los 5 o 6 meses cuando estaba en condición de mandar a plaza, y también la falta de comodidad en los tambos para hacer el queso, y de conocimientos para elaborar un buen producto. La calidad de la leche que se recibía estaba lejos de ser buena. En primer lugar, en el mismo tambo o corral donde se ordeñaba no se hacía cuidado alguno; los coladores eran cosa completamente desconocida; se podían observar en la leche pelos y todo clase de suciedades. Esto se disimulaba porque una parte era eliminada al desnatar; pero lo que era peor, los envases para transportar la leche eran tarros viejos oxidados, comprados a lecheros de la capital, remendados con jabón o barro, y también bordolesas, latas de kerosene, etcétera. La leche se pagaba por tarro de catorce litros; pero había de todas los medidas. Después de mucho trabajo conseguimos adoptar el tanque medidor, pero como debía tener cierta inclinación para vaciar la leche y el vidrio medidor estaba en el extremo más elevado, era motivo de desconfianzas, y los tamberos alegaban que se les robaba en la medida. No querían entender que la leche tomaba su nivel; controlaban ellos mismos de cuando en cuando sus entregas, pero siempre sostenían que el vidrio marcador debería estar en el extremo de¡ declive donde, decían, había mayor cantidad de leche. Con respecto al pago de la leche de acuerdo a su contenido de grasa butirométrica, se tropezó, como es natural, como es natural, con una oposición muy grande. Muchos dejaban de entregar leche y volvían a la elaboración de queso. Recuerdo que uno de nuestros entregadores más fuertes de Jeppener, que luego fue uno de los pilares principales del sistema cooperativo, hombre inteligente, pero, como buen vasco nunca quiso ni consideró justo este sistema, aunque supongo que una vez director de una importante Sociedad Cooperativo, habrá cambiado de idea. La fabricación de manteca en verano fue un problema: comprábamos algo de hielo, pero resultaba demasiado caro; además llegaba medio derretida. Para reducir la temperatura de la crema, para la elaboración de manteca, teníamos grandes pozos bajo techo con unos 75 cm. de agua; bajábamos la crema en tarros cilíndricos de unos 30 a 50 jarros, sujetos en sogas, y allí quedaban toda la noche, con lo que conseguíamos rebajar la temperatura de la crema a unos 14 o 15 ºC. Si durante la noche el tiempo refrescaba y la temperatura de¡ exterior era menor que la de¡ agua de los pozos, debíamos levantarnos para subir la crema. Había que estar alerta para ver si convenía subir la crema y despertar al personal. Los días que teníamos hielo y nos había favorecido en algo la temperatura, era un placer hacer manteca, quedaba amasada y lista en el mismo día, y era de muy buena calidad. Cuando nos faltaba el poco hielo que comprábamos y en los pozos no teníamos una temperatura favorable, lo que era común en verano, nadie puede imaginar el trabajo que teníamos; había que batir la crema hasta tres veces, las mantequeras funcionaban durante horas, y lo que salía parecía más aceite grueso que manteca. Amasarla era imposible; la echábamos así nomás en unos tachos grandes de forma ovalada de 70 a 80 kilos de peso y la bajábamos a los pozos para refrescar y, en la madrugada, ya algo endurecido, amasarla y encajonarla para remitir a Buenos Aires. Todos estas operaciones debían estar listas para alcanzar el tren que pasaba por Jeppener a los 6.30 de la mañana. Los enormes pozos que teníamos rnedían unos 10 metros de largo por 1,50 metros de ancho y 5 metros de hondo, con unos 70 a 80 centímetros de agua. Muy a menudo había que bordearlos para renovar el agua descompuesto y de mal olor, por la crema que se volcaba al bajar los forros, etc. Un hombre a caballo con un gran balde hacía este trabajo. Se raspaban los paredes y se dejaba lo más limpio posible, pero había que repetir con mucho frecuencia este trabajo. Los cajones para el transporte de la manteca eran famosos. Se veían amontonados en las estaciones, al rayo de¡ sol, expuestos a la lluvia y cubiertos de polvo y suciedades. Eran para nosotros un problema: siempre estaban rotos o deshechos; por el trato que se les daba en el viaje y aunque hubiesen sido de hierro no hubieran aguantado. Los habíamos reforzado con chapa gruesa, zunchos, etcétera, que pesaban tanto como la manteca que contenían, pero era inútil. En el cajón, la manteca iba envuelta en un lienzo blanco; malditos trapos sucios con mal olor. El comprador nunca los limpiaba, es de imaginar cómo se ponían cuando la manteca estaba algo blanda. Había que hervirlos con soda y no duraban muchos viajes. El lienzo blanco era un gasto de bastante importancia. La tara de los cajones era un asunto muy enojoso y motivo de grandes discusiones entre vendedor y comprador, y no hay duda de que en un par de kilos siempre quedaba en beneficio de esté único. El pobre fabricante tenía que resignarse y aguantar todo; pero el tambero alegaba que al fin y al cabo él era la víctima, y quien sabe si no tenía razón. La compra de leche y la elaboración fue difícil y trabajosa, pero la venta de la manteca en los primeros cuatro años, probablemente fue la más pesado tarea hasta que empezó la exportación. Trataré de dar una idea de lo que era la plazo de Buenos Aires. En 1890 y 1892 con tantas fábricas de manteca, sobrevino, corno es natural, una sobreproducción de manteca. En el invierno su colocación era fácil, pero en primavera y verano era francamente un problema. la diferencia de producción entre estas estaciones era considerable, puedo calcular la de invierno en una cuarto parte de la de primavera y verano. Esta gran diferencia provenía de la mala organización en los pariciones de las vacas, que no estaba repartida para obtener una producción de leche más parejo. La firma más importante de plaza en el ramo de manteca y queso era de los Sres. Magnasco Hnos., le seguía el Sr. Andrés Marré, José Botazzi y otros, todos italianos. "La Martona" compraba únicamente lo necesario para su propio reparto. Corno ya he dicho, la firma Magnasco Hnos. era muy importante y fue para nosotros, los fabricantes iniciadores, de escasos capitales, una especie de banquero. Su socio principal, don Luis, era un verdadero amigo para todos nosotros; siempre estaba dispuesto para ayudarnos con adelantos o pequeños préstamos en efectivo que tan a menudo se necesitaban. Le estábamos muy agradecidos, y su prestigio, que era muy grande, lo ha heredado su sobrino, don Luis A. Magnasco, hombre que transformó la vieja casa mantequera y quesería en una empresa industrial y comercial, Luis Magnasco y Cia.Ltdo. y que en aquellos tiempos (1890) era la mano derecha de su tío. Según ya hemos señalado, la venta de manteca era difícil, la costumbre general entre los compradores era de no recibir manteca de¡ fabricante que no entregaba en el invierno. En tiempos de abundancia, verano, se fijaba precio por una cierta cantidad por quincena que dependía de¡ buen criterio y voluntad del comprador. A la manteca sobrante se aplicaba en general el precio llamado 'Bagley", cuando el vendedor alegaba que no había podido venderlo a su clientela y, por consiguiente, no podía pagarla al precio fijado para la otra. La fábrica de galletitas "Bagley" era el último recurso; compraba cualquier cantidad de manteca y la mayor parte de los sobrantes de los industriales. La venta de manteca al menudeo se hacía más o menos al tanteo; con un cuchillo no muy limpio, que recién había usado para cortar queso o jamón, la manteca era cortado y aplicada sobre un papel; su aspecto era pasable cuando estaba dura; pero cuando estaba blando quedaba adherido al papel y no era muy apetitosa que digamos. También se usaba lienzo blanco; pero para cantidades de kilo arriba. La venta de manteca en paquetes con papel impermeable fue iniciada por un joven sueco, señor Carlos Erikson, quien en 1890 empezó con un pequeño reparto a domicilio."La Martona" lo adopto de inmediato, como también 'La Escandinavia", que abrió un reparto, pero lo dejó luego por dedicarse únicamente a la venta por mayor. Con la entrada de "La Martona" a la plaza, con sus modernas instalaciones para la venta de manteca y leche, comenzó una nueva era con un cambio radical en el despacho y venta de estos productos. Fue, se puede decir, la empresa civilizadora e higienizadora de los productos lecheros para la venta; el público de Buenos Aires debe gratitud a su fundador. Antes de terminar los comentarios relativos a este período, no puedo dejar de mencionar un renglón interesante de aquella época: el 'queso flaco", o sea queso de leche desnatada: desde 1891 a 1894, fueron su años de gloria. Al principio, antes que el público se diese cuento de su pésima calidad. |
Con la exportación de manteca que se inició el año 1895, tuvo la industria lechera su verdadero impulso. A la 'Escandinovia Argentina" de Jeppener le cupo el honor de ser la primera fábrica exportadora de manteca. Las primera partidas de ensayo fueron muy pequeños; recuerdo que el primer saldo recibido de Londres (1893), fue 2 libras esterlinas; hicimos de ellos tres medallas, una para cada socio. En el año 1895 instaló La Escandinavia Argentina en Jeppener la primera máquina frigorífica en una fábrica de manteca del país; fue comprada en la casa de los señores Evans Thorton y Cía.S.A. y tenia una capacidad equivalente a dos toneladas de hielo cada 24 horas. Constituyó una gran satisfacción para nosotros, e instalamos dos cámaras para depósito de manteca y tres tanques con cañería serpentina para salmuera destinados a refrescar crema. Con esta instalación estábamos en condiciones de hacer manteca de exportación con la seguridad de hacer un buen producto. Nuestra fábrica ya contaba con crema de las siguientes cremerías: "La Felicidad" de Jeppener, Affamirano, Gándara, Monasterio, Adela y Ranchos, todos en la línea del F.C. Sud. Vista la posibilidad de exportar el producto, y a fin de ampliar nuestra actividad, nos asociamos con el señor Jorge Guerrero, quien tenia instalado, como ya mencionamos (1894), una fábrica en su estancia 'La Postrero", en estación Guerrero, F.C.S., con una producción de más o menos 100 kilos diarios. Después del éxito obtenido con los exportaciones en el año 1895, unos 3.000 cajones, comprendimos claramente que para adelantar y ganar dinero había que elaborar cantidades mayores de manteca, desde que la ganancia por kilo siempre sería pequeña, y puesto que había que pagar la leche a un precio que compensara el trabajo del productor, para conseguir este aumento no podíamos depender de la leche que se pudiese conseguir de una sola línea ferroviaria, o sea la del F.C. Sud, sobre la cual estaba situada nuestra fábrica central. Se imponía, pues, trasladar la central a la Capital, donde se podían abarcar todos las líneas de ferrocarriles, y además nos facilitaría el trabajo la proximidad del puerto para la manteca a exportar. Una fábrica central bien instalada demandaba mucho dinero. No lo teníamos y no hablo esperanza alguno de conseguirlo en el país. Resolvimos entonces consultar a nuestros consignatorios en Londres, los señores Ellis, Kislingbury y Co., Sant Mory axe 14, los que, con gran sorpresa y satisfacción nuestra, contestaron que les interesaba la proposición. No nos dormimos sobre el asunto y en enero de 1896 me embarqué para Londres a fin de negociar terminar la operación. En Londres fui muy bien recibido; la manteca exportada el año 1895 habla sido Considerado de muy bueno calidad y muy aceptable, lo que ayudó a despertar el interés. El señor R. A. Mac Cailum, socio de la firma y que atendía en Tooley Sireef la venta de manteca, hombre inteligente y progresista, se daba clara cuenta del gran futuro que tenía la industria lechera en la Argentina y la gran ventaja que podía obtener la firma al asociarse íntimamente con ella. De este modo, los negociaciones prosperaron y al mes pude volver a la Argentina con el tan deseado capital. Creo poder decir que logré realizar un arreglo muy favorable; pagaron como derecho de entrada, o sea como llave, la suma de $ 80.000 y aportaron un capital de socio de $ 120.000, naturalmente con el compromiso de consignar todo la manteca a ellos; pero con una comisión algo elevada. Con este dinero a nuestra disposición ya podíamos realizar nuestros proyectos de la fábrica central en Buenos Aries y, en 1897, ya teníamos lista la primera fábrica central de manteca de la Capital y del país, abastecida por numerosas cremerías. Estaba ubicada en Barracas, calle Herrera 1312.Además se instalaron nuevas cremerías; tres en estación Las Heras, una en estación Arditi etcétera, con lo que contábamos ya con una producción de 2.500 a 3.000 kilos de manteca diarios en tiempo de verano. Pero como todo no son flores en la vida, y cuando más satisfechos estábamos con nuestro progreso y con más fe en el porvenir; nos dedicábamos con entusiasmo a nuestro trabajo, sobrevinieron inesperadamente dificultades que nos obligaron a vender nuestra parte de la compañía a la cosa de Londres. En consecuencia, tanto los socios suecos como los argentinos, dejaron de tener cabal en la empresa. De este modo la Cía.'La Escandinavia Argentina Ltda" fue la primera compañía de cabal netamente inglés que hubo en el país. No tomo en cuento que en 1888 poco más o menos, se formó también la compañía inglesa, llamado de River Plate Dairy Co. que se dedicaba en la Capital a la venta de leche que adquiría de tamberos, y que empezó una instalación de fábrica en la estación Alegre del F.C. Sud, pero que no terminó de instalar por haberse liquidado la Compañía. Un recuerdo de su paso fue un gran número de tarros de forma cilíndrica, para transporte de leche, del tipo inglés, que se hallaban repartidos entre los tamberos y que muchas veces fueron vistos en las fábricas. El señor R. A. Mac Collum, que había venido a Buenos Aires, formó sociedad anónima de la viejo "Escandinavia Argentina" con un capital de 30.000 libras, más 10.000 libras en debentures, trabajando así hasta 1901 en que fue vendido a "La Unión Argentina Ltda.", empresa cooperativa (liquidada en 1934). Como ya he dicho, concluido el año 1897 la fábrica central en la calle Herrera, y aumentando el cabal, empezó a extender más sus operaciones, y al fin del año 1898, pudo realizar, casi puedo decir un ideal mío, o sea arrendar campos en gran escala y subarrendarlos luego a tamberos, asegurando así la entrega de leche a las cremerías y también procurando al mismo tiempo buen campo a precio razonable para el tambero. Este procedimiento se imponía, puesto que como casi la totalidad de los tamberos eran arrendatarios, se mudaban de un lado al otro dejando las cremerías sin leche con el consiguiente trastorno y gastos para mudarlas. Conservé mi puesto en esa fábrica como gerente hasta su liquidación (1908).Seguiré tratando sobre su desarrollo puesto que fue la más grande en el ramo y el factor principal en el desarrollo de la industria de aquellos tiempos. El primer campo grande que en su totalidad fue dedicado a tambo, fue la estancia "Santo Rita', de 13.163 hectáreas, con dos estaciones en el mismo campo, Carboni y Elvira, de F.C.S. No poco trabajo me costó convencer al directorio de Londres para entrar en esta combinación. La negociación tomó casi un año y medio, y dos viajes a Londres. Cansado el dueño del campo, señor Antonio Carboni, de esperar una contestación definitiva, me ofreció arrendármelo particularmente. Volvía a someter el asunto a Londres, dándole la preferencia y sólo entonces se resolvieron y autorizaron el arrendamiento del campo. El contrato tenía un plazo de 10 años y unos más paras su desalojo. Su precio era de una libra esterlina por cuadra o su equivalente en oro argentino. Una vez vencido el arrendamiento, fue alquilado a The River Plate Dairy Co. Ltd., por más que el doble de este precio. Este campo, que como ya he dicho fue el primer arrendado por una compañía lechera, dio un espléndido resultado; se siguió adoptando el sistema en gran escala, habiendo también algunas compañías poblado grandes extensiones con hacienda lechera propia. En el campo de Carboni se instalaron dos cremerías, las cuales llegaron a trabajar 10 mil jarros de leche diarios cada una; los tamberos prosperaron y se puede decir que todos los arrendatarios eran ya hombres ricos al entregar el campo. Podría nombrarlos uno por uno, y causaría sorpresa saber el capital que habían podido formar durante esos 11 años sin pérdidas en mudanzas, etcétera. Terminada la actuación de la Cía. La Escandinavia Argentina Ltda., pasó esta última a ser la de mayor importancia por unos cinco años, pero después The River Plate Dairy Co. Ltda. ocupó el primer lugar y la firma Elowson y Wester Lid. el segundo; esto es con respecto a la producción de manteca. El año 1899 entré en contacto con la Jewis Colonization Association del Barón Hirsh de París; sus colonias comenzaban a tomar un poco de forma, y fui invitado a poner una cremería en la colonia 'Mauricio' de estación Carlos Casares, F.C.O., donde instalé por cuenta de la Cía.Escandinavia Argentina Ltda. la primera cremería en esta colonia. Luego, pro cuenta de la referida Asociación, instalé las siguientes cremerías: Colonia Moissesville en Santa Fe, colonias Domínguez, Feinberg y Basavilbaso, en Entre Ríos. El trabajo que costó organizar estas cremerías e iniciar al colono hebreo como productor de leche, fue considerable; hubo muchos incidentes y trastornos que a no ser por la buena y calmosa intervención de los directores en Buenos Aires, el negocio hubiera fracasado desde un principio, lo que hubiera sido mejor, puesto que no dejó beneficio para ninguna de los partes. Es de sentir, sin embargo, que los resultados no fueron mejores a pesar de la gran ayuda que precio la Asociación a sus colonos. En la provincia de Entre Ríos, por ejemplo, compraron unas 2.000 vacas que fueron repartidos entre los colonos a muy bajo precio para amortizar cómodamente, les dieron semilla de alfalfa gratuitamente, además pagaban indirectamente, y por nuestro intermedio, un centavo por ¡aro de leche, tanto como para animarlos; en fin, la Asociación no mezquinaba en nada; hasta pagaba el transporte de la leche desde las chacras a la fábrica, el que hacíamos nosotros con grandes carros y tarros de su propiedad. Al mismo tiempo que se instalaron los crernerías de la Jewish Colonization Association, se levantaron otras dos en la provincia de Entre Ríos; una de ellas, la primera, en una estancia de esta provincia, la estancia "Cupaleri", de los señores Pradere Hnos. Su inteligente administrador, el Dr. Matías Erauquin, era un gran entusiasta por la industria. El general Luis Moría Campos también tuvo interés por la industria, e invitado a su estancia tratamos sobre la instalación de una fábrica; pero el proyecto no pudo llegar a realizarse. La otra cremería que mencioné más arriba fue instalada en Gualeguay; hubo grandes promesas por parte de los hacendados vecinales de que ordeñarían y entregarían leche, pero nunca fueron cumplidas. Al año levantamos la fábrica sin haber llegado a trabajar. En esos tiempos la provincia de Santa Fe aún estaba muy atrasada con respecto a la producción lechera; había únicamente tambos en los alrededores de Rosario, la mayoría para surtir de leche a la ciudad. Había unas cuantas fábricas de queso como la de Carcaraña, que bajo la competente dirección del señor Tapper fabricaban el famoso queso de¡ mismo nombre, que difícilmente se ha podido superar. En el año 1898, en Quequén, tuve el gusto de conocer al gobernador de la provincia de Santa Fe, Dr. Iturraspe, fui invitado a visitar su provincia, prometiéndome tanto el apoyo personal como el oficial para implantar allí la industria lechero; no dejo de sentir que esta invitación no pudo ser aprovechado. Unos diez años más tarde tuvo sus comienzos en esa provincia la industria lechera por iniciación del señor Carlos M. Rivera Haedo, gerente de The River Plate Dairy Co. Ltd., que con clara inteligencia y previsión advirtió el gran futuro que tendría allí la explotación del tambo, lo que después de 30 años ha quedado bien demostrado. |
La primera Sociedad Cooperativo Lechera que se constituye en el país fue la Unión Gandarense con su fábrica en estación Gándara, F.C.S. La primera fábrica en Gándara fue instalada por el señor E. A. Adde (1890).Era un competente industrial que ya había tenido fábricas en Suecia y actuó durante unos tres años. Cuando falleció en su viaje a Europa, su fábrica fue adquirida por la Escandinavia Argentina, pero poco pudo disfrutar ésta último de la mismo; los tamberos encabezados por el inteligente vasco don Fermín Peña, formaron la Sociedad Cooperativa de Gándara el año 1897, o sea la actual Sociedad Anónima Unión Gandarense.Gracias a sus inteligentes fundadores, fue un verdadero éxito, como así también netamente cooperativa, lo cual no lograron otras que han usado este título. Los bajos precios por la leche en el año 1900 provocaron incierta agitación en el ánimo de los tamberos, lo que influyó en favor de la propaganda cooperativo que para ese entonces comenzó a tomar intensidad; el precio de la leche era alrededor de los 21/2 centavos por ¡aro con 3% de grasa. Las fábricas no podían mejorar los precios por las bajas cotizaciones que regían para la exportación. Los tamberas que suponían que los -compañías obtenían grandes beneficios prestaron atención y encabezados por tamberos de reconocido influencia, como los señores Francisco González, de Jeppener; Pedro Urrity, de Lezama; Dr. A. de Uribe, Pedro Hoursouripe, Martín Pagoniburu, el banquero vasco don Antonio lrazu y otros, también consiguieron Interesar al Dr. Enrique S. Pérez, dueño de varios tambos y cremerías en estación Adela, F.C.S., y fundaron la Unión Argentina Ltd.S.A. El primer gerente de esta Sociedad Anónima fue el señor A. Roger, de origen francés, un gran entusiasmo por el sistema cooperativo; pero su permanencia fue corta y al dejar el puesto formóen unión con los Sres. Echetto y Cía. la fábrica "Molino del Oeste", que llegó a tener bastante importancia. La Unión Argentina instaló su primera fábrica en la calle Bartolomé Mitre, pero se mudó a la calle Herrera 1312 al comprar en 1901 La Escandinavia Argentina, cuando fue perdiendo hasta cierto punto el carácter cooperativo, pues la fuerte suma que costó la adquisición ($ 350.000) hubo que reunirla permitiendo la entrada de capitalistas extraños a la industria. Sin embargo, y gracias a su inteligente y enérgico presidente, el Dr. Enrique S. Pérez, secundado por don Francisco González, muy apreciado entre los tamberos, consiguieron tener unidos y conformes a sus socios por muchos años desgraciadamente estos dos hombres faltaron después y sobrevino lo inevitable por falta de unión, se redujo la producción y se hizo necesaria la disolución de la sociedad. Es de mi opinión que el sistema cooperativo depende de los hombres que dirigen con su apoyo directo; pero cuando se trata en mayor escala, casi siempre el control se hace difícil y da lugar, muchas veces, a la desunión que impide el buen desarrollo y la prosperidad. |
Abierto el mercado de Londres para la manteca Argentina; comenzó a ser más general el interés por la industria y afluyeron elementos y capitales nuevos. Un belga, señor Schock, apoyado y capitalizado por los señores Lovell y Christmas, de Londres, que como todos los consignatarios de manteca de Tooley Street, con gran interés, por no decir sorpresa, habían visto la manteca argentina que recibían los señores Ellis Kislingbury Cía. (R.A. MacCallum), comprendieron la importancia que podía tener en el futuro, apoyaron al señor Schock y aportaron, según creo, un capital de 10.000 libras en su empresa en Tandil. El señor Schock instaló una linda y moderna fábrica (1898-1899), pero por su poca experiencia en el ramo y no conociendo el ganadero argentino, basó su producción sobre leche prometida por estancieros de la zona, resultando que, una vez lista la fábrica, faltó la leche con que habla calculado y que no había posibilidades de conseguir hasta formar tambos independientes de los estancieros. Agotado el capital no tuvo más que dejar su linda fábrica y perder su trabajo, para entregarla a sus capitalistas de Londres. Si mal no recuerdo, en el año 1899, al visitar Londres me fue sometida por mis directores una propuesta de los señores Lovell y Christmas para entrar a formar parte en La Escandinavia Argentina Ltd. con la fábrica de Tandil, de la cual habían tenido que hacerse cargo. Apoyé la idea, pero como no había que esperar beneficios los primeros 2 o 3 años, o sea hasta conseguir levar tamberos para formar los tambos, desistieron de hacer la combinación. Fue un mal paso para ellos, pues si lo hubieran tomado quién sabe si habría permitido que existiese aún La Escandinavia Argentina en lugar de la actual The River Plate Dairy Co. Ltd., puesto que Tandil fue la cuna de esta última, corno explicaré más adelante. Al rechazar La Escandinavia Argentina Ltd. la propuesta de asociarse con los señores Lovell y Christmas Ltd. por intermedio de su fábrica de Tandil, dio la casualidad que el inteligente y capacitado industrial australiano señor Henry Reynolds se encontrase en Londres, y habiendo visto la manteca argentina y su buena calidad, se interesó por este país. Estudiadas las condiciones tan especiales de sus pampas y de sus enormes cantidades de hacienda vacuna, decidió establecerse aquí; más cuando los señores Lovell y Christmas le ofrecieron la fábrica de Tandil. De este modo el fundador de la gran The River Piale Dairy Co. vino a este país. |
A los señores Andrés G. Elowson y Juan Wester con su Fábrica La Delicia, en Florencio Varela, debe la industria lechera la iniciación de la elaboración de caseína en el país. Al entrar el señor Wester a formar parte de la firma, reemplazó al señor Lahore, empezó para esta firma una nueva era, el señor Wester aportó nuevos capitales e ideas entre ellas la elaboración de caseína, producto hasta entonces comercialmente desconocido, no solamente para nosotros, sino para todo el mundo. El padre del señor Wester, médico en Suecia, le había hablado de este producto que podía tener un porvenir al ser aplicado para las industrias y que ya era usado en pequeño escala en la fabricación de fósforos. El no sabía cómo, pero lo cierto es que la primera caseína que elaboraron los señores Elowson y Wester fue absorbido por una fábrica de fósforos en Avellaneda. La primera caseína era muy diferente a la actual; más bien parecía cuajada de leche desnatada; sin secar se embolsaba y transportaba desde Florencio Varela hasta Avellaneda, dos o tres veces por semana en pequeños cantidades; creo que el precio era de 30 centavos el kilo. La fabricación y aplicación industrial deberá haber empezado en los Estados Unidos de Norteamérica al mismo tiempo. El año 1900 hicieron averiguaciones desde ese país y también hubo interés para su compra en Europa. La firma Elowson y Wester se puso de inmediato en contacto con los norteamericanos y, enterados cómo deseaban el producto, se pusieron en condiciones para la elaboración en gran escala, formando la Compañía Argentina de Derivados Lácteos, una sociedad anónima de la cual formaron parte los siguientes señores: Andrés G. Elowson, Juan Wester, Dr. Enrique S. Pérez, Antonio Iragu, A. Santamarina, Dr. A. de Uribe, y otros, y de, la cual fui director suplente del señor Juan Wester durante varias ausencias a Europa. Esta sociedad realizó un ventajoso contrato con una fuerte firma de Nueva York, comenzando así a trabajar en gran escala, pero sobrevinieron dificultades al negarse los contratantes a seguir recibiendo la caseína, lo cual trajo un pleito que duró muchos años. Fue ganado y la firma compradora tuvo que pagar fuertes indemnizaciones. Mientras tanto se había disuelto la sociedad, haciéndose cargo los Sres.Elowson y Wester de la mayor parte de las instalaciones, Europa tenía ya mayor interés y pudieron continuar con éxito como únicos fabricantes y exportadores durante varios años. La S.A. The River Plate Dairy Co. Ltd. fue fundado en 1901, como ya he dicho por el señor Henry Reynolds y capitalistas los señores Runciman y Cía. y Lovell y Christmas, de Londres. Empezó en escala muy pequeña pero sin embargo entró a competir con la Unión Argentina Ltd. cuando trataban la adquisición de La Escandinavia Argentina Ltd.; no hicieron mayores esfuerzos para lograr la compra, supongo porque aún no se consideraban con conocimientos y experiencia suficientes para iniciarse en tal escala. El señor Reynolds no conocía bien el país, el idioma ni la gente con que tenía que tratar: hubiera fracasado por estos motivos y lo comprendió en seguida. Se buscó un colaborador, digamos, la fuerza ejecutiva de sus planes e ideas, y lo eligió con gran acierto al asociar al joven Carlos M. Rivera Haedo que se había iniciado en la firma Runciman y Cía. En colaboración con el viejo industrial, el joven Rivera Haedo (que tendría unos 25 años) en ese entonces), con su clara inteligencia se dio cuenta de lo mucho que se podía hacer por el porvenir de la industria y la riqueza que en ella había, sus iniciativas encontraron terreno propicio, supo atraerse, con una de sus principales aptitudes la simpatía y confianza de los tamberos que le tuvieron desde un principio una confianza ciega, todo lo cual facilitó la compra de leche y el rápido desarrollo de la compañía. A los 5 años ya igualaba en producción a la Unión Argentina Ltd., tenía su bien instalada fábrica central, 'Progreso', calle Pedro Echagüe 1443 y un buen número de cremerías bien ubicadas. Luego se instaló su segunda central "Victoria" en Rosario y siguió extendiéndose en la provincia de Santa Fe. Luego los colonos propietarios de la zona de Rafaela (Santo Fe) fueron visitados e interesados por el señor Rivera Haedo con su deseo de iniciarlos en la industria lechera en la explotación mixta de sus campos. Mucho trabajo le costó, pero tuvo éxito completo y los que siguieron este ejemplo bien pronto iban demostrando los resultados, extendiéndose rápidamente su propaganda positiva. La crema así obtenido de leche entregada a las pequeñas cremerías económicas, muy pronto aumentó la producción de manteca de la fábrica "Victoria' de Rosario, lo que hizo necesario una fábrica en Rafaela y la cual lleva el nombre del origen de su producción "Las Colonias".Esta fábrica es indudablemente la más linda del país. La compañía siguió extendiendo sus actividades a la provincia de Entre Ríos, con otra fábrica de manteca en Basavilbaso denominado "La Central".Esta fábrica fue basado, en primer lugar, sobre crema de cremerías que, según ya he mencionado, fueron instaladas en las colonias de la Jewish Colonization Association, pero Entre Ríos tiene aún mucho que ofrecer de su riqueza y lo hará probablemente cuando sus colonos dediquen en mayor escala sus campos a la explotación mixta como en la provincia de Santa Fe. Después de mencionar las actuales grandes empresas de capital inglés, que puede calcularse en algunos millones de libras esterlinas y que en su principio fueron las 30.000 libras que en 1896 consiguiera para La Escandinavia Argentina, no deja de ser una satisfacción el interés que Tooley Street ha demostrado, confirmando el optimismo que todos los pioneros tuviéramos en el futuro de la industria lechera y en este gran país. Muchos otros hechos y muchos otras fábricas han sido instaladas los últimos 30 años. No entraré a hacer su historia, en primer lugar por no conocer bien su evolución, en segundo, porque no pertenecen a la época de los pioneros y, por último, por haberme alejado hasta cierto punto de la verdadera industria, desde que se vendió la Compañía La Escandinavia Argentina Lid. He tenido varias cremerías y tambos, también he intervenido en el año 1905 en la instalación de una fábrica de manteca en Concordia, pero no torné parte en su explotación. Debo agregar que hasta cierto punto puedo ser contado entre los pioneros de la industria lechera del vecino país, la República del Uruguay. En el año 1903 fui invitado por el Dr. E. Frías, ex embajador uruguayo en la Argentina, y el Sr. Alejandro Hume a Montevideo y junto con los señores Dr. Remigio Castellano, Alberto Roux, Augusto Nery, Félix Revello y otros, se formó la Compañía Unión Uruguayo Ltda. Se trataron grandes proyectos sobre la instalación de una gran fábrica central en la zona del puerto, pero todo se redujo a una pequeña fábrica en los suburbios de la ciudad. Me retiré al poco tiempo en vista de los pocas probabilidades de una mayor producción y la mencionado fábrica trabajó unos cuantos años para luego liquidarse. Al desarrollar esta memorias no he pretendido hacer la historia de la industria lechera y sin duda habré omitido hechos importantes y a muchos personas a las que seguramente les corresponde también ser colocadas en los primeros puestos, asimismo a los pequeños fabricantes que fueron iniciándose y aportaron su esfuerzo por el engrandecimiento de la industria lechera. |
Lácteos - Dirección de Industria Alimentaria - S.A.G.P. y A. |