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La tendencia a adquirir hábitos de consumo que mejoren la calidad de vida alienta la creación de alimentos que tienen efectos beneficiosos para la salud, como los probióticos. Japón, la Unión Europea y Brasil, entre otras naciones, llevan adelante investigaciones específicas y han encarado el diseño de un marco legal para la elaboración y comercialización de este tipo de productos. Argentina lo hace desde el año 2006. Informe de situación. Es un hecho que tanto en Argentina como en el mundo los consumidores se inclinan cada vez más hacia los alimentos que tienen efectos benéficos para la salud. La tendencia encuentra respuesta en la amplia variedad de productos probióticos, prebióticos y simbióticos que se hallan en el mercado. El término probiótico deriva de “bios”, que en griego significa “vida”. Los probióticos son microorganismos que conforman la microflora intestinal humana y producen un efecto benéfico para la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) junto con la FAO, definió a los probióticos como “microorganismos vivos, que cuando son ingeridos en cantidades adecuadas, confieren efectos benéficos al huésped”. Como lo indica el término, los organismos microscópicos no pueden ser registrados a simple vista, por lo que observarlos requiere equipamiento especial. Estos seres vivos se encuentran por doquier: en el aire, el suelo, el agua, en nuestro cabello, manos, boca, etc. En nuestros intestinos conviven microorganismos que conforman la denominada flora intestinal. Las bacterias intestinales, al realizar sus actividades metabólicas, producen sustancias (metabolitos) que pueden, o no, tener un efecto benéfico para la salud del huésped. CUANDO ES PROBIOTICO Para que un microorganismo pueda ser considerado probiótico debe cumplir los siguientes requisitos:
Está comprobado que las bacterias probióticas, principalmente Bifidobacterias y lactobacillus, ejercen efectos benéficos en la salud, mediante interacciones con el intestino y sus metabolitos. Por ello es fundamental la relación existente entre la microflora intestinal y nuestro estado de salud. Una mala alimentación produce una elevada presencia de sustancias perjudiciales que al ser utilizadas por bacterias nocivas presentes en el intestino afectan la salud del huésped. Los probióticos contribuyen a disminuir la concentración de sustancias potencialmente cancerígenas en el intestino, y a estimular la capacidad inmunológica del huésped. En el mercado se los puede encontrar principalmente en productos como leches, yogures y quesos. LOS PROBIOTICOS Por otro lado, se encuentran los prebióticos, que son fibras solubles que promueven el crecimiento o la actividad de un limitado número de bacterias en el intestino -las especies prebióticas-, dando así como resultado una mejoría en el estado de salud. Los prebióticos no son hidrolizados ni absorbidos en la parte superior del tracto gastrointestinal, por lo que llegan a la última parte del intestino intactas. Allí son sustratos de las bacterias beneficiosas del colon, que mediante la fermentación de la fibra estimulan su crecimiento, induciendo efectos favorables para el organismo. Existen tres clases principales de productos prebióticos: los Fructooligosacáridos de cadena corta (short – chain fructooligosacharides, scFOS), la inulina y la oligofructosa. Todos ellos han sido profundamente estudiados, confirmándose su efecto sobre el crecimiento de la microflora intestinal. Se demostró que mejoran la salud de los consumidores a través de la ayuda brindada a las bacterias probióticas en el intestino. Es el caso de los ácidos grasos de cadena corta -productos de la fermentación prebiótica de la microflora intestinal-, que resultan fundamentales para: el funcionamiento del intestino, su integridad, la absorción del calcio, la modulación del sistema inmunológico y el mantenimiento de niveles normales de colesterol. Finalmente, los alimentos simbióticos combinan los probióticos y los prebióticos, como es el caso del yogur probiótico con fibras, que puede encontrarse actualmente en el mercado. Estos productos actúan promoviendo el desarrollo de las bacterias benéficas con el fin de modificar la flora intestinal y su metabolismo. Por ejemplo, incrementan la absorción de calcio y mejoran el sistema inmune. MARCO NORMATIVO Japón es el país que más ha profundizado este tema, e incluso ha diseñado un marco legal para los probióticos estableciendo el sello FOSHU (Foods for Specified Health Use). El mismo distingue a aquellos alimentos que se espera tengan un efecto beneficioso específico sobre la salud, tanto por la adición de determinados constituyentes activos como por el efecto derivado de la supresión en los mismos de alérgenos alimentarios. Los efectos de tales adiciones o supresiones deben ser evaluados científicamente, y luego quien los produzca tiene que solicitar autorización para declarar los beneficios específicos que cabe esperar de su consumo. Para que un alimento pueda ser considerado FOSHU se requieren pruebas de que el producto final -y no sus componentes individuales aislados-, ejerza un efecto saludable sobre el organismo cuando se lo consume como parte de una dieta corriente. Los productos FOSHU deben presentarse en forma de alimentos habituales y no como comprimidos o cápsulas. Por otro lado, la Unión Europea creó una Comisión de Acción Concertada sobre Bromatología Funcional en Europa (Functional Food Science in Europe, FUFOSE). El programa ha sido coordinado por el Instituto Internacional de Ciencias Biológicas (International Life Sciences Institute -ILSI- Europe), y su objetivo es desarrollar y establecer un enfoque científico sobre las pruebas que se necesitan para respaldar el desarrollo de productos alimenticios que puedan tener un efecto beneficioso sobre una función fisiológica del cuerpo, mejorar el estado de salud y el bienestar de un individuo, y/o reducir el riesgo de desarrollar enfermedades. En este sentido, la Comisión elaboró en 1999 un documento de consenso denominado “Conceptos científicos sobre los alimentos funcionales en Europa.” En los últimos años también Brasil avanzó en la legislación de estos productos. El Ministerio de la Salud a través de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (ANVISA) reglamentó a los alimentos funcionales mediante las siguientes resoluciones: ANVISA/MS 16/99, ANVISA/MS 17/99, ANVISA/MS 18/99 y ANVISA/MS 19/99. Estas resoluciones tratan sobre
procedimientos para registros de alimentos y/o nuevos ingredientes, y
para alimentos con alegación de propiedades funcionales y/o beneficios
para la salud en su rotulado. También dan directrices básicas
para la evaluación del riesgo y seguridad de los alimentos, y para
el análisis y comprobación de las propiedades funcionales
alegadas en el rótulo de los alimentos. El grupo esta coordinado por el Instituto Nacional de Alimentos (INAL), y del mismo participan representantes de la SAGPyA, la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional del Litoral (UNL), el Centro de Referencia para Lactobacilos (CERELA), el Centro de la Industria Lechera (CIL) y la Cámara de Fabricantes de Alimentos Dietéticos y Afines (CAFADYA), entre otros. Sus integrantes se reúnen aproximadamente una vez al mes, y en una primera etapa se comenzó a trabajar en la definición de “Probióticos”, tomando como referencia la normativa internacional existente. Actualmente se ha encarado la elaboración de dos protocolos, uno correspondiente a las cepas probióticas y el otro respecto de los alimentos probióticos (productos a los que se incorporan dichas cepas). Estos protocolos apuntan a establecer las exigencias necesarias para demostrar las funciones benéficas que presenta el probiótico en estudio en el o los alimentos en los cuales vaya a ser utilizado. En una etapa siguiente se abordará el tema de los prebióticos. Estos alimentos resultan beneficiosos y pueden ser un complemento saludable para una dieta y un estilo de vida apropiados. Son susceptibles de mejorar la salud, pero hay que valorarlos en su justa medida, puesto que no curan ni previenen por sí solos alteraciones ni enfermedades. Son una opción a tener en cuenta en determinadas circunstancias, como la alta exigencia que afrontan los deportistas de elite, o las necesidades de quienes, por ejemplo, padecen alteraciones o enfermedades tales como diabetes, obesidad, o malestares digestivos. Bibliografía
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